5 jul 2012

Capítulo 3. Asunto: lo siento.

Eres por la noche, cuando me tiro invidente a la cama, porque sé que está ahí, aunque la oscuridad me impida verla. Algún día me acabaré cayendo, algún día será muy noche o será muy poca cama. Lo peor de todo es que ya no sé si eres la cama que me amortigua o la noche que me ciega. Eres cuando me muerdo el labio para no llorar y, eres también, cuando acaba llorando, cuando ya no hay labio, cuando solo tiemblo y se me corta la voz: y-y-y-o-o-y-yo. Calma, calma. Eres cuando pienso que no quedan galletas y me encuentro una al fondo del paquete, o cuando pienso que aún quedan y me decepciono al encontrarme el paquete vacío. Eres tantas cosas, bueno, eras. Ahora eres otras cosas. No mejores, ni peores.. simplemente otras, distintas. Ahora eres, por ejemplo, cuando la dependienta abre el probador y yo estoy en bragas. Eso eres ahora, un probador, unas bragas y una dependienta despistada. Siempre he pensado que para que exista sombra, alguien tiene que exponerse al sol y quemarse. Así éramos, a veces me tocaba quemarme para darte sombra y, otras veces, eras tú el amable, el que se quemaba por mí y me ofrecía su sombra. Pero el amor se agota, amigo, igual que se agotan las pilas y las baterías. El amor se consume del mismo modo que se consume una cuenta bancaria después de diciembre, o una bandeja de degustación en un recinto público repleto de pensionistas. ¿Eso es el amor: una pila agotada, unos números rojos y unos pensionistas avariciosos? Recuerda que el tiempo desgasta las pilas, reduce las cuentas y degrada la juventud (esto último es demasiado obvio). ¿Es el tiempo o es el excesivo uso el que desgasta al amor? Quién sabe. O tal vez el uso y el tiempo estén directa (o inversamente) relacionados. Todas estas relaciones absurdas, ¿todo esto es amor? Amor era ver tu cara en mi almohada, amor era cuando me susurrabas: quédate un poco más, amor era cuando me despertaba tu voz y no la alarma. Eso era amor, amor era nuestra mutua pila, nuestra mutua cuenta bancaria. Amor era estar en números rojos, y amor era querernos por encima de todo. Y quizás amor sea poder volver a recargar las pilas tantas veces como deseemos. Y puede que nuestro amor se agote, es más, se ha agotado; como todo se agota. Pero quizás perdure lo verde, quizás se borre lo gris, quizás se suiciden los pero y, solo quizás, decidiésemos agotarnos a propósito y no volver a recargarnos. Hay que saber cuándo poner fin para que algo que ha podido llegar a ser bonito, termine y continúe siéndolo. Como diría Jean-Luc Godard: Lo importante no es de dónde sacas las cosas, si no a dónde las llevas. Y, ¿a dónde me llevaste tú? Me llevaste a París, ¿recuerdas? Allí fue cuando realmente supe que no eras para mí, ni yo para ti. Estábamos en París, la ciudad del amor y de las luces, se suponía que debía abrazarte cuando sonase de fondo nuestra canción favorita (no compartíamos canción favorita, ¿qué clase de pareja éramos?) o que debías declararme tus sentimientos a la tenue luz de la ciudad, pero lo único que quería era perderte de vista, a ti y a los chinos, y a sus cámaras, y a sus caras de dibujo animado cuando algo les resulta emocionante. Hasta aquí este popurrí sensacional, tampoco quiero parecer desesperada. ¿Que por qué te envío esto? Para decirte todo lo que no pude cuando te fuiste. Cuando te fuiste, cobarde y en silencio. Dejándome una nota en la nevera: No eres tú, soy yo. Y a mí me entró la risa, te lo juro. Siempre fuiste muy de películas, es lo tuyo. Por cierto, ¿clases de botánica? Ha, ha, ha. La escasa oferta laboral te ha llevado hasta el mundo de las plantas. ¿Plantas?, ¿tú? Si una vez te pinchaste con un cactus y les cogiste fobia. Ah, sí, ahora a mí también me interesa la botánica. Me tendrás en tus clases, nos vemos.
Cuídate, cuida a nuestro hamster. Seguro que no le das ni de comer, desgraciado.
No te mando besos, ahora somos amiguísimos. Y los amiguísimos, se abrazan.
Enviar.
¿Y ahora qué? Esperar a que conteste. Lo hará, lo sé. Todavía hay algo mío en sus entrañas que palpita. Dios mío, las cuatro de la tarde. Se supone que tenía que estar ultimando todo para mañana. Nervios, nervios, nervios. Ni que fuese la primera vez que presento una colección, en fin. Llueve, llueve fuerte. Y siento un vacío inmenso, un vacío que no es ni negro, que ni si quiera sé lo que es. Un vacío por el que se está colando toda la lluvia de afuera. Se podría decir que estoy lloviendo. Eh, eh, eh, espera, espera, espera. Un mensaje nuevo recibido. Es él, es él, es él, es él. Asunto: lo siento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario